Una de las cosas que más me intrigan sobre el crypto es la obsesión que sus constructores y promotores tienen con la libertad. En teoría, al menos.
Su premisa, recordemos, es descentralizar la manera en que hoy opera el mundo conectado a Internet; utilizar tecnología (blockchain, criptografía, nodos repartidos) para quitarle el poder que concentran las grandes empresas y entidades regulatorias y así otorgarle al individuo una libertad práctica para elegir cómo ganar, guardar y administar su dinero.
Entiendo la narrativa que justifica esta desconfianza. Durante décadas, el sistema financiero global ha permitido malos manejos desde los bancos centrales y ha dado pie a la concentración de poder económico y social en unos cuantos, la cual es notoria prácticamente en cualquier país donde se mire.
Por eso mismo resulta interesante, por usar una palabra, que el hombre más rico del mundo esté a punto de llevar a cabo uno de los expermientos clave para lograr la transición hacia la era de la Web3 que tanto anticipa el crypto.
Elon Musk está obsesionado con comprar Twitter. Sus motivos son opacos. Algunos estiman que es un mero troleo considerando lo que ha hecho previamente en esta red social. Otros apuntan a que el fundador de SpaceX y Tesla es el único capaz de darle la vuelta a un negocio que durante años ha estado desempeñándose muy por debajo de su potencial económico. Sin embargo, todo sugiere que Musk se enfocaría en transformar esta red social en un foro de total libertad de expresión –y para hacerlo, probablemente buscaría descentralizarla utilizando crypto.
De lograr la adquisición –cosa que está dispuesto a hacer aunque signifique que el propio consejo de Twitter haga que la compañía sea menos atractiva o que Musk tome prestado algo del flujo de efectivo de Tesla para que le alcance–, algunos sugieren que Donald Trump, conocido trol y ex presidente de EE.UU., volvería de inmediato a esta plataforma que lo expulsó en 2020 por violar sus reglas comunitarias.
Más allá de que mi red social favorita pueda convertirse (aún más) en tierra de nadie, habría que destacar lo que Elon Musk prioriza al hablar de libertad: el poder expresarse sin censura. No es que ser libre de decir cualquier genialidad o idiotez sea malo o bueno; es observar que un solo hombre está resignificando la palabra libertad.
Como humanidad siempre la hemos perseguido, pero ésta no siempre ha representado lo mismo. Ejemplitos: durante su Revolución, los franceses buscaban ser libres de vivir sin la opresión de las autoridades monárquicas. En el siglo XVIII, el continente americano fue escenario de guerras para liberarse del yugo colonial de los imperios europeos. Desde hace algunos años, se ha hecho un esfuerzo por garantizar la libertad de ejercer la preferencia sexual y la identidad de género.
Pero la bandera de cualquier movimiento que exige libertad es ondeada, de inicio, por grupos privilegiados. La libertad de los franceses excluía a mujeres y esclavos. Los criollos, y no los grupos originarios, portaban los estandartes de los movimientos de independencia. Las primerísims marchas LGBT fueron promovidas por grupos de hombres blancos. Lo mismo pasa hoy en día: los principales promotores de la libertad que promete el crypto provienen de grupos sociales privilegiados por el mismo sistema que ahora buscan transformar.
Angloparlantes independientemente de su origen geográfico, con estudios universitarios o de nivel superior, con suficiente sustento financiero como para poder experimentar con criptomonedas y al mismo tiempo subsistir en el sistema financiero tradicional del que tanto se quejan pero al que aún pertenecen. (Ah caray, creo que tengo que poner eso en mi propia bio). Por eso resulta un tanto frustrante aceptar que gente como Elon Musk (o Ricardo Salinas Pliego) sea necesaria para que nos dirijamos a un mundo con más libertad, como hoy se entienda.
Independiente del debate adicional al que invita el crypto –qué tan preparados estamos individualmente para manejar tanta libertad si colectivamente seguimos siendo vulnerables a cosas como estafas piramidales, esquemas de enriquecimiento rápido o manipulación en redes sociales–, ignorarlo es ver venir el tsunami y pensar que nomás nos va a llegar una brisita. Que el hombre más rico del mundo ande dedicando tantos recursos para el tema puede ser muy molesto, pero su privilegio es una brújula muy clara hacia dónde hay que poner atención.
💊 Tecnología
Jugar al detective
La desaparición de Debanhi Susana Escobar Bazaldúa en Nuevo León hace unos días es tan dolorosa como la de miles de mujeres que se reportan diariamente en este maldito país. Pero las condiciones en las que ocurrió y la incompetencia de las autoridades a cargo del caso han detonado el surgimiento de usuarios en Twitter y TikTok que intentan resolverlo por su cuenta. Algunos incluso le han atribuido explicaciones paranormales. Algo parecido pasó en EE.UU. hace unos meses con la desaparición y asesinato de Gabby Pettito. El caso se volvió viral y miles de personas estaban aportando a la conversación sus propias conjeturas. Sin embargo, distinguir entre los colectivos de búsqueda (un recurso al que recurren muchos familiares de los millares de desaparecidos en el país) y el morboso entretenimiento criminalístico resulta particularmente doloroso en México.
💊 Economía
Té–km
Quizá existe esperanza en este mundo capitalista enfermo y triste. Arizona Inc., la compañía que fabrica el sabroso y azucaradísimo té verde de lata, es célebre en EE.UU. por mantener el mismo precio de esta bebida durante años: 99 centavos durante los últimos 30 años. Don Vultaggio, fundador y presidente de la compañía, ha decidido sacrificar márgenes de ganancia con tal de no afectar a sus consumidores durante épocas inflacionarias como la que vivimos ahora (y muy a pesar de que los precios del aluminio se han ido por las nubes). “Los consumidores no necesitan otro incremento de precio de alguien como yo,” ha dicho Vultaggio al respecto. Además, con una lata tan fácil de identificar como la suya, la compañía se ha podido ahorrar en marketing durante todos estos años. Me pregunto si la épica y difunta lata de Frutástica hubiera tenido la misma oportunidad.
Yo después de cantar el rap de “Mis Ojos Lloran Por Ti” en el karaoke.