Los documentos filtrados de Uber, que publicó el periódico The Guardian el lunes pasado, confirman una práctica que durante años existió en relativo silencio: la compañía sustentó sus principales años de expansión internacional a base de lobbying mediante actividades poco éticas... por decirlo de algún modo.
Tres aspectos destacan de la enorme investigación, que revisó más de 83,000 documentos fechados entre 2013 y 2017 con ayuda de 180 periodistas de 40 medios:
Uber metió presión a los gobiernos para reescribir leyes que le ayudaran a crear un modelo de trabajo basado en la gig economy, que desde entonces ha proliferado en todo el mundo y que ha precarizado a trabajadores que ofrecen un servicio con nulos o escasos beneficios laborales.
Tan solo en 2016, la empresa gastó $90 millones de dólares en lobbying y relacionamiento público (el equivalente a casi la ronda completa de inversión en private equity que le metió el fondo de Tata Motors en agosto de 2015).
Uber utilizó a los conductores (tercerizados) como armas estrategicas en la opinión pública para favorecer la decisión regulatoria de las autoridades y la aceptación de los usuarios, pues explotaba la violencia que surgió en su contra para “mantener encendida la controversia.”
En retrospectiva, todo esto que hizo Uber estuvo mal. Por supuesto. Pero fue súper útil. Dejar que los conductores sufrieran ataques, en ocasiones mortales, era parte de la narrativa que le funcionaba para inspirar simpatía por el modelo de la gig economy, entonces muy novedoso. También lo era el esperarse a que los disturbios ocurrieran y se aplacaran para después declarar un acuerdo con las autoridades locales y los grupos involucrados.
Esta estrategia despiadada era reflejo de la ambición que buscaba la compañía, que desde sus primeros días supo lo agresiva que debía ser para transformar una industria pulverizada, irregular –y por ello con un tremendo potencial de disrupción. No por nada en aquellos años recibió tanto dinero de inversionistas, convirtiéndose en 2015 en la startup más valiosa del mundo (valuada entonces en $51 mil millones de dólares) y obteniendo el capital necesario para hacer tres cosas simultáneas: orquestar una estrategia millonaria de lobbying para forzar su legalidad, subsidiar los viajes para atraer pasajeros y conductores, y debilitar la resistencia que representaban los grupos de taxis tradicionales.
Encasillar a Uber como el villano de esta historia es tentador, pero inútil; Travis Kalanick, el cofundador de la compañía, ha aceptado tácitamente ese papel. Se viralizaron videos de él, ebrio e imprudente, insultando a conductores de la propia compañía que dirigía. En 2017 una whistleblower denunció la cultura sexista que Kalanick propició en la compañia. Por este y otros escándalos, su consejo de administración lo retiró como CEO ese mismo año, en el que también termina la temporalidad de los documentos filtrados por The Guardian. Actualmente, Kalanick aparece casi totalmente vilificado en la serie ‘Super Pumped’, basada en el libro homónimo del reportero Mike Isaac, de The New York Times.
Es un contraste interesante con Dara Khosrowshahi, el CEO proveniente de Expedia que tomó su lugar y que se presenta como conciliador, empático, buenaondita. El comunicado que la compañía compartió esta semana tras la filtración es un mea culpa sin rodeos: “No hemos hecho ni haremos excusas por nuestro comportamiento pasado que claramente no está en línea con nuestros valores actuales,” decía. “Precisamente [por todo esto] fue que Uber contrató a un nuevo CEO, a quien se le encomendó la transformación de cada aspecto en que opera Uber.”
Este juego de good cop/bad cop ha resultado extraordinario para Uber. Dara es mucho más experimentado y al parecer sabe lo que hace: si bien la compañía continúa sin ser rentable, excepto su división de delivery, va moviéndose hacia una dirección más madura. Los años en los que a Kalanick se le permitió activamente provocar el caos han quedado atrás, pero fueron necesarios para que Uber tuviera la escala de la que hoy goza a manos de Dara y que le permitió financiarse con capital privado hasta que salió a bolsa en 2019.
Un extra: algo que sorprende (¿o quizá no?) es que los documentos filtrados por The Guardian no dan detalles sobre lo que ocurrió en México (al menos no por ahora). Pero precisamente durante los años indicados, la empresa logró cerrar regulaciones en varias ciudades del país a pesar de los disturbios que surgieron en contra de sus conductores.
En 2015 la CDMX (otrora DF) fue la primera ciudad en la que se llegó a un acuerdo tras disturbios violentos entre conductores y taxistas. Esto significó un logro enorme, ya que Brasil y Colombia habían prohibido total o parcialmente su uso.
Estas regulaciones, que hoy sabemos que fueron forzadas, sentaron las bases para que creciera el negocio y llegaran otros competidores o modelos similares a la industria que creó. Aunque Uber sigue enfrentándose a las autoridades que limitan su uso en ciertos lugares –algunos aeropuertos, en caso de México, o la licencia especial que recibió para operar en Londres–, no es ilegal. Eso es lo más importante que buscaba su estrategia entre 2013 y 2017, y lo logró. Quizá decir que Uber fue un adolescente imprudente es una apología ante la evidencia periodística avasalladora, pero quien esté exento de culpa por haber usado esa excusa para justificar cómo son ahora en la edad adulta, que tire la primera piedra.
💊 Cambio climático
Fake love
Gracias a la escasez de agua provocada por el cambio climático, algunas personas en Las Vegas han comenzado a sustituir el pasto decorativo de sus jardines por pasto sintético. Es un ejemplo extremo, considerando que aquella ciudad está literalmente situada en un desierto. Pero el caso también invita a reflexionar sobre la necesidad de seguir cuidando un jardín privado ante la emergencia climática. Una discusión parecida se lleva a cabo en Monterrey, donde además de decirle zacate al pasto, la escasez de agua ha hecho que las autoridades prohiban regarlo cuando es decorativo. Hay gente muy inconsciente, pero al final, el pasto es ecosistema de animales, generador de nutrientes, y parte de la cadena de la naturaleza que sigue su curso a pesar de nuestras necedades antropocéntricas. ¿Hará más daño no regarlo que regarlo?
💊 Redes sociales
Tenemoscandidato
El carisma de Marcelo Ebrard lo ha convertido en un gran usuario a seguir en redes sociales. Independientemente de la no-campaña electoral en WhatsApp que está construyendo desde ahora, es muy simpático en otras plataformas. En Twitter comparte pésimas selfies, fotos de tío emocionado, y tuits medio mal escritos en la misma tradición con que publicó el legendario tenemossismo en su BlackBerry en 2013. En TikTok, comprendió la dimensión del BTS Army y mandó un mensaje, el más visto de su perfil hasta ahora con 1.3 millones de reproducciones. Quizá no será el ungido para la candidatura presidencial de 2024, pero resulta por demás interesante ver cómo un político boomer, armado con un equipo que comprende el poder de la autenticidad en las redes sociales, aprovecha sus mejores rasgos para conectar con la chaviza. Es algo que, claramente, no puede decirse de Ricardo Monreal.
Sobre la inmensidad del universo, lo que se ve no se pregunta.