Netflix anunció hace unos días que comenzará a cobrar extra por compartir la contraseña de una cuenta para conectarse fuera del mismo domicilio. Aunque es un piloto, naturalmente la noticia provocó inconformidad: que una cuenta sea familiar no significa que todos sus miembros vivan bajo un mismo techo (Excepto en Puebla. Se sabe).
El anuncio llama la atención por tres cosas particulares:
El piloto comienza en tres países fuera de EE.UU.: Chile, Costa Rica y Perú. Claramente no es una coincidencia: toda Latinoamérica es la que más tiempo pasa consumiendo contenido en línea, incluyendo plataformas de streaming. Es un buen mercado para afinar un servicio muy incómodo.
Netflix ha dejado de crecer en número de usuarios. Tiene 222 millones en todo el mundo, pero la llegada de nuevos competidores –Disney+, Paramount+, Amazon Prime, AppleTV, HBO, HBO Go, HBO Max Latinoamérica, HBO Rápido y Furioso, plataformas de streaming gratuitas AVOD (basadas en publicidad), como CanelaTV, e incluso Peacock o Hulu, accesibles para nosotros los del Sur Global con una VPN– han puesto en duda su capacidad para seguir acumulando más. En su último reporte, Netflix no llegó a su meta de nuevos usuarios y el valor de sus acciones ha estado cayendo desde enero. La necesidad de desarrollar otra fuente de ingresos es evidente.
Es una muestra de las desventajas de la sobreabundancia de opciones.
Demasiada competencia no sólo es problemático (aunque necesario) para una compañía. Si Netflix hubiera cobrado por compartir contraseñas desde un inicio, cuando era el rey de la disrupción y la única plataforma de streaming, probablemente los usuarios habrían pagado sin mucha queja. Pero ahora, entre tanta alternativa, ellos pueden darse el lujo de tomar este anuncio para elegir otra cosa. Mantener todas las suscripciones puede resultar demasiado costoso, al grado de que quizá convendría tener una suscripción universal curada de contenido… algo no tan distinto a como ocurría en aquella época donde dominaba la TV por cable o, yéndonos al medievo, la antena parabólica.
Más allá de lo que implica para Netflix, esta situación también deja imaginar un escenario de lo que pasaría en un mundo descentralizado, donde todos tengamos una abundancia de opciones de dónde elegir para llevar a cabo distintas operaciones financieras, de contenido o incluso de socialización. En teoría (libertaria), suena muy bien tener acceso a todas las opciones. Pero en la práctica, ¿qué tan diversificado vamos a querer –y poder– tener nuestro presupuesto y facilidad de entretenimiento?
💊 Tecnología
Hashtag AIFA
De entre todo el circo que fue la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el espectáculo más interesante sin duda fue la cobertura en TikTok. (Además de las 3 horas que Lord Molécula estuvo perdido para llegar). Una cuenta con casi 31 mil seguidores, que nadie sabe si es oficial o no, estuvo compartiendo contenido bastante exclusivo durante los días previos. El 21 –día de la inaguración, la primavera y cumpleaños del prócer de la patria de quien AMLO vive obsesionado–, varios TikTokers cubrieron el evento; algunos dando muy buenas opiniones sobre el ejército. Como en el país aún no existe una regulación que exija etiquetar contenido pagado en redes sociales, no sabremos si este fue el caso (perdónenme, culpo de cínica). Pero algo queda claro: alguien sabe perfectamente que TikTok no sólo es una red social de bailecitos.
💊 Big Tech
Sin ghostear
Al parecer, Vladimir Putin sí tiene límites. Durante la espantosa guerra que está ocurriendo con Ucrania, WhatsApp es la única red social de Occidente que se ha salvado de ser vetada por el Kremlin. Como ya es tradición con quienes quieren dictar la narrativa, Rusia asegura que Facebook e Instagram están compartiendo desinformación entre sus ciudadanos sobre las situación en Ucrania. Más de la mitad de los rusos apoya la invasión y un 23 por ciento se opone. Putin no quiere que esta cifre incremente, por lo que declaró a Meta como una empresa de actividades extremistas y vetó a Facebook e Instagram de su territorio. Sin embargo, ha dejado que WhatsApp, también propiedad de Meta, operando. Dejar a su población incomunicada en su plataforma más usada es, quizá, una decisión un poquito excesiva dentro de su historial autoritario.
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