Instagram, o más bien Meta, llegó a un punto sin retorno: anunció que dará prioridad a los reels en los perfiles de sus usuarios. Reels es el nombre que la compañía le dio al producto que le plagió a TikTok (casi de la misma manera en que le robó las stories a Snap): videos de corta duración, que incluyen algún audio, resultan fáciles de editar por el usuario, no suelen ser hechos por miembros de su grupo de amigos, y muchas veces son anuncios.
Esta decisión de Instagram, como ya se sabe, responde al dominio que TikTok ha construido en los últimos meses (al menos en Estados Unidos, pues en Latinoamérica ha crecido el también chino competidor Kwai). Entre los miembros de la Generación Z, es la única plataforma social que no ha perdido usuarios recientemente.
Las marcas rápidamente están migrando hacia esta app, cuyo algoritmo de recomendación es tremendamente adictivo. Mientras tanto, las interacciones por publicaciones de los usuarios de Instagram ha disminuido un 44% desde 2019. Los anunciantes ya no quieren aparecer en las fotos de los ínfluencers, sino mueren por estar en TikTok y volverse virales.
Pero los creadores no están contentos. Kylie Jenner, cuya fortuna le debe mucho a la cantidad de seguidores que ha amasado en Instagram, compartió ayer una publicación donde le solicitaba a la plataforma dejar de intentar ser como TikTok. Yuya y Luisito Comunica, los mexicanos más seguidos en Instagram, no se han expresado en contra de estos cambios, pero sus respectivos imperios de maquillaje y otros productos también podrían estar en juego si sus seguidores se salen en masa de esta plataforma. También entre los usuarios hay muchas quejas sobre este nuevo énfasis en los reels; que aparezcan tantos, sin aparente relevancia en nuestras vidas y llenos de anuncios, simplemente no es una experiencia agradable.
Existe la teoría de que todos estos cambios, aún cuando el propio Instagram acepte que estén malhechos por la premura con que los ha implementado, son el arsenal con el que Meta se prepara para sustituir a TikTok cuando los reguladores estadounidenses finalmente decidan bloquear a esta empresa china de su territorio. Por eso no importa que el algoritmo no sea todavía tan poderoso como el de TikTok; la clave es entrenarlo desde ahorita.
Todo esto justifica la preocupación de los ínfluencers, pero también evidencia un cambio más amplio: las nuevas generaciones parecen estar buscando espacios más genuinos de contenido, donde lo que ven no esté determinado por la recomendación de un algoritmo que ya sabe qué les gusta a ellos y a sus amigos. Quieren contenido raro, diverso y más atractivo –algo que TikTok hace extraordinariamente bien.
Quienes somos millennials probablemente mantendremos vivas nuestras cuentas de Instagram pese a los cambios porque son un repositorio de una parte de nuestras vidas. Muchos tenemos fotos, historias, y videos de hace seis o siete años, guardados con comentarios en nuestro archivo y que volvemos a ver tumbados en la cama un viernes a las 3 de la mañana en un ataque de nostalgia. Para nosotros, Instagram es atractivo porque ahí están nuestras amistades que construimos en nuestros años universitarios o los primeros empleos que tuvimos en nuestros 20s.
Pero los miembros de la Gen Z estén en el momento de construir estas relaciones, y ya no están en las mismas redes sociales que nosotros usamos a su edad. Evolucionaron; un reporte de Axios afirma que además de recurrir a TikTok, muchos Gen Z están buscando a gente en la app de conversaciones Discord o en Photorazzi, una app que solo permite subir fotos que alguien más te tomó in fraganti.
Tras décadas de un mundo híper personalizado donde el comportamiento digital de cada usuario es analizado a conciencia, quizá los Gen Z simplemente se aburrieron de un algoritmo predecible o estable. Comprender los incentivos de los Gen Z resulta un reto aparte, complicado para quienes quieran dirigirse a ellos precisamente porque no están en las mismas redes sociales que nosotros usamos. Algunos le llaman la generación throwback, pues ha revivido tendencias noventeras de ropa o incluso se rehúsan a usar pagos digitales. A nivel muy personal, no convivo con ningún Gen Z en Twitter, por ejemplo, donde paso la mayor parte de mis días virtuales.
Quizá sea mi hartazgo a las 11 de la noche de pasar todo el día frente a la pantalla, pero yo ya no tendría la paciencia de ir entendiéndole a otra app para comprender a esta nueva y prometedora generación. (Aguántenme, que ando aquí desde el Hi5). Pero quienes estén a cargo de campañas mediáticas, estarán sorprendidos de lo rápido que tienen que migrar de Instagram a TikTok, abandonando las estrategias de ínfluencers y cediendo ante la inclemente sugerencia de un algoritmo que, sin basarse en lo que ya le gusta al usuario, logra que se quede adherido a la pantalla.
💊 Streaming
Crypto Caleta y Caletilla
En el universo de todas las cosas que hay que ver en todas las plataformas de streaming, The Anarchists en HBO es imperdible por las razones incorrectas. La serie documental narra la historia de un grupo de estadounidenses autodenominados anarquistas que llegan a una conferencia sobre crypto en Acapulco –Anarchapulco, se llama–, y de ahí todo va cuesta abajo: intrigas, pleitos, asesinatos. Más allá de ser grabada desde el punto de vista de los expatriados que viajan en modo conquistador al antiguo destino paradisíaco en México, la serie muestra exactamente lo que no es un anarquista: un crypto bro obsesionado con el libertarianismo, que busca librarse del poder del gobierno para hacer lo que le plazca pero viviendo con los privilegios que le permite haber crecido en un sistema capitalista. Una bonita actividad de domingo para identificar a los anarco-capitalistas de los anarquistas de a de veras.
💊 Wellness
El privilegio de meditar
Tomarse el tiempo todos los días para inhalar hondo y dejar de actuar con base en nuestras emociones es una buena práctica para tener un mejor desempeño laboral. Pero, como toda la moda wellness, también es un símbolo del privilegio que proviene directamente de Silicon Valley. Hogar de destino de muchos gurús experimentales en los 60s y 70s, California se volvió cuna de alquimias entre new age y aspectos de religiones orientales que, inevitablemente, influenciaron a hombres de negocios de carne y hueso como Steve Jobs o de leyenda televisiva como Don Draper. Ahora, la moda de meditar se ha trasladado a países como el nuestro, donde los retiros espirituales ya también son parte de la cultura corporativa y de startups. No es que esté mal, pero, a) quizá esté perpetuando la idea de que el trabajo es la nueva religión, y b) considerando que más del 66% de los pasajeros en CDMX pasan 2 horas al día en el transporte público, son pocos quienes pueden darse el lujo de meditar en total silencio y sin interrupciones.
Se entiende la confusión porque escuchar a Rosalía sí requiere subtítulos